De la ubicación de la necrópolis orientalizante de La Santa.
1. Don Jorge Bonsor, arqueólogo e inglés.
Partamos de un dato del todo incontrovertible: Don Jorge Bonsor fue una persona sumamente ordenada, minuciosa, y hasta perfeccionista. Considérese, con algo de sana ironía, que antes que arqueólogo fue todo un inglés (también llevaba la grandeur francesa en sus venas), amante de la formalidad, de la puntualidad y del trabajo metódico. Que valgan como prueba indiscutible de esto último, las anotaciones que el estudioso realizara en los cuadernos de campo que escribió cuando acondicionó el Castillo de Mairena. Dichos cuadernos han sido magníficamente publicados por la Diputación de Sevilla bajo el nombre de El Castillo de Mairena del Alcor. El Legado de Jorge Bonsor y Dolores y Simó. Leamos un fragmento del texto:
El tiempo es magnífico esta mañana. El trabajador Manuel Méndez llamó a la puerta 12 minutos antes de las 6, es su defecto, ¡viene siempre demasiado pronto! Se le ha hecho esperar sin abrir hasta las 6.
Se sigue hoy despejando el suelo de la plaza de armas (del Castillo) de donde salen tantos materiales.
Debo a Manuel Méndez:
Lunes 8
Martes 9 3 días a 1,75=5.25 pagado
Miércoles 10
4 días a Rafael a su cuenta:
Jueves 11, 12, 13, 14 a 2,50 = 10 pagado
Como vamos a comprobar, en sus cuadernos no solo recogía preciosas informaciones relativas a las obras de acondicionamiento del Castillo -para las que incluso realizó detallados croquis de incalculable valor-, sino que registraba todos aquellos datos sin los cuáles no podría haber fiscalizado hasta el último céntimo que salía de su bolsillo; todo quedaba plasmado, negro sobre blanco, en base a los criterios de rigurosidad, orden y precisión. Aunque en algún momento pudiera haber cometido errores, que los cometió (ténganse en cuenta sus posibilidades económicas y las limitaciones técnicas propias del momento), su intención era la de no dejar nada al azar. Era un auténtico tiquismiquis. Resulta lógico, pues, que a la hora de cumplir su cometido como arqueólogo y estudioso de la Historia, fuera igualmente perfeccionista y siempre pretendiera sistematizarlo todo participando de las más altas cualidades de la Ciencia, tan ajenas al mundo de la arqueología española del momento. Sus cuadernos son, por lo tanto, un reflejo de su personalidad, pero también de su método científico. Gracias a ellos, hoy podemos delimitar, con cierta precisión, los límites de la muy célebre necrópolis prerromana de Santa Lucía. Si este señor jamás hubiera visitado nuestras tierras, otro gallo hubiera cantado.
2. Lo que sabíamos sobre la necrópolis orientalizante de Santa Lucía: las noticias de Bonsor.
Sobre la localización del yacimiento que nos va a ocupar de aquí en adelante, dado a conocer por nuestro autor como de Santa Lucía, podemos leer en su célebre Las colonias agrícolas prerromanas del valle del Guadalquivir lo siguiente:
Entre Mairena y El Viso del Alcor, muy cerca de la Ermita de Santa Lucía se encuentra un grupo importante de monumentos funerarios compuesto por catorce motillas cuyas alturas oscilan entre 1.50 m. y 6 metros.
Muy cerca de la Ermita de Santa Lucía… No solo mencionó dicha construcción, enclavada en un pago muy querido por visueños y maireneros, sino que Bonsor nombró concretamente el Olivar de los Toruños, propiedad de Don Elías Méndez, como el lugar donde se encontraban los túmulos que deseaba excavar. Solo nos quedaba, por lo tanto, identificar dicho lugar para poder trazar, más o menos, el perímetro de un yacimiento, no lo olvidemos, muy cercano al entorno de La Santa (así se la conoce por estos lares).
Para llevar a buen puerto esta empresa, nosotros nos apoyamos en las informaciones que Bonsor nos dejó sobre la localización de otra necrópolis orientalizante visueña, que él asoció al yacimiento de La Tablada: El Raso de Chirolí. Ésta, a diferencia del área cimiterial que nos ocupa, si puede ser localizada con relativa facilidad, a través de las informaciones que Jorge Maier publicó en su obra Jorge Bonsor, 1855-1930: Un Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y la Arqueología española:
En un terreno ubicado entre dos plantaciones de olivos; en lo alto de la cuesta, a más de 200 metros antes de llegar a las primeras casas del Viso y viniendo de Carmona, a la izquierda de la carretera. Grupo de siete motillas”.
Atendiendo a tan preciosos y precisos datos, y considerando la trama urbanística de El Viso de principios del siglo XX, podemos suponer que necrópolis tan impresionante estaría situada, más o menos, dentro del espacio comprendido entre las actuales calles Corredera (Norte), Adriano (Sur), San Laureano (Este) y Trajano (Oeste), que es donde se encuentra la parte alta de la cuesta referida. Lástima que el ulterior crecimiento urbanístico de nuestro pueblo engullera para siempre un yacimiento, que de poder haber sido excavado de nuevo, seguro que nos hubiera deparado muy gratas sorpresas.
La ubicación de esta necrópolis resultaba de capital importancia a la hora de situar en el espacio a la de La Santa. ¿Por qué? El muy tiquismiquis Bonsor nos dice que ambas se encontraban más o menos a igual distancia del yacimiento de La Tablada: una, ubicada al Este del núcleo de poblamiento orientalizante (Raso), y la otra, al Oeste (La Santa). Si el contexto arqueológico de Raso de Chirolí teníamos que situarlo a poco más de un kilómetro del punto más alto de la mesa de Tablada (en concreto, del vértice geodésico), ¿por qué nos empecinábamos (yo mismo, en mi obra El Viso antes de El Viso. Una introducción a la Prehistoria, la Protohistoria y la Historia Antigua) en situar la necrópolis de Santa Lucía en el entorno de la actual raya del término entre El Viso y Mairena, que no dista ni trescientos metros de dicho lugar? ¿No se encontraban más o menos a la misma distancia de La Tablada? ¿No estaríamos haciendo algo tan visueño como acercar demasiado el ascua a nuestra sardina? Empezaban a aflorar dudas más que razonables. Pero entonces, no nos dábamos cuenta de nuestro error.
Tirando de lógica deductiva, y sin más datos que los anteriormente ofrecidos, procedimos a demarcar, muy por lo alto, el espacio que, hacia el Oeste, estaba más o menos a un kilómetro de distancia de La Tablada, y no muy lejos de la ermita de Santa Lucía. Para ello se descartaron todos los lugares no relacionados visualmente con La Tablada, dado que en las necrópolis orientalizantes de la comarca de Los Alcores, las ciudades de los vivos suelen estar a la vista de las ciudades de los muertos, y viceversa. ¿El resultado? El Olivar de los Toruños del señor Elías Méndez tendría que estar en término de Mairena del Alcor, dentro de un perímetro delimitado por el entorno del Camino de Zapata (Norte), entorno del escarpe (Sur), el entorno de las lomas que lindan con el lado oriental de la abandonada fábrica de ladrillos (Este), y el cercado de cipreses del Olivar del Sonido (Oeste). Todo este espacio es divisible desde La Tablada, y dista entre 700 y 950 metros de dicho yacimiento (tomando con referencia el vértice geodésico de Tablada). Ni por asomo se nos ocurrió acercar el límite Norte del yacimiento a La Trocha, pues nos parecía un lugar excesivamente distante del entorno de Santa Lucía. Después comprobarán que nos equivocábamos, aunque no por mucho.
Todas nuestras hipótesis de trabajo, basadas en los datos que nos legara Bonsor, apuntaban en dirección a Mairena. Eso era del todo indiscutible. Aunque la existencia de lagunas en la argumentación de nuestra teoría era más que evidente. Precisamente por ello, recurrimos a los textos de Cañal, con el objetivo de fundamentar más sólidamente nuestras algo peregrinas observaciones.
3. Las noticias de Don Carlos Cañal.
Este autor, contemporáneo de Bonsor, escribió una maravillosa obrita titulada Nuevas exploraciones de yacimientos prehistóricos de la provincia de Sevilla. Una auténtica joya, sobre todo, para todos los que hemos intentado situar la necrópolis que desde hace tanto tiempo nos ha venido trayendo literalmente de cabeza. Permítasenos que insertemos algunos fragmentos de lo que, sobre La Santa, relató Cañal:
El otro yacimiento, digno de ser estudiado detenidamente, es el que se encuentra en el olivar de los torunos de Santa-Lucia (1), propiedad del Sr. Méndez, donde han sido abiertos cinco túmulos, quedando aún diez ó doce por explorar; uno de éstos alcanza dimensiones considerables (fig-. 17), y en todos ellos ha recogido multitud de vestigios prehistóricos el infatigable arqueólogo Mr. J. Bonsor, residente en Carmona. Los terrenos conocidos con el nombre de Santa Lucia están situados á la mitad del camino que une á Mairena con el Viso.
(…) Al pié de la colina en donde se encuentra la necrópolis descripta hállanse las llamadas cuevas de Santa Lucia, que, en realidad, no son más que unas oquedades, abiertas acaso por el hombre en lejana fecha, pero en las cuales no se ha recogido, que sepamos, objeto alguno que proceda de los tiempos prehistóricos.
Amén de la aportación de datos tan preciosos, como los dibujos de alguno de los túmulos de La Santa y las magníficas descripciones de los objetos hallados en ellos, Cañal nos dejaba otra maravillosa serie de pistas sobre la ubicación de nuestra necrópolis. Repitamos de nuevo un fragmento del texto, que nos resultó del todo revelador: “Al pié de la colina en donde se encuentra la necrópolis hállanse las llamadas cuevas de Santa Lucía”. Dichas cuevas, sitas nada más y nada menos que a los pies de la necrópolis, aún son visibles en la parte alta del escarpe. Se encuentran exactamente en pleno término municipal de Mairena del Alcor, a unos 800 metros de La Tablada, o lo que es lo mismo, más o menos a la misma distancia que el Raso de Chirolí. Si la colina se desarrollaba en lo alto de dichas cuevas, ya teníamos más argumentos aún para defender el acotamiento que demarcamos previamente, pues dicho perímetro coincidía, en su lado meridional, con el punto donde se encuentran las cuevas de “La Santa”. Para más inri, Cañal nos decía “Los terrenos conocidos con el nombre de Santa Lucia están situados á la mitad del camino que une á Mairena con el Viso”. ¿A la mitad del Camino de Zapata o de La Trocha? Nosotros ya habíamos apuntado el Camino de Zapata, pero como supuesto límite Norte del yacimiento. Por cierto, los tramos medios de dichos caminos, se encuentran bastante alejados del término municipal de El Viso del Alcor. A unos 800 metros de La Tablada. Más o menos a la misma distancia que separaba a ésta del Raso de Chirolí (permítasenos esta recurrente comparación, pues juega un papel no poco importante en el fundamento de nuestra teoría).
Parecía que el círculo se iba cuadrando: nuestra necrópolis tendría que ubicarse en un perímetro limitado por el Camino de Zapata (Norte), entorno del escarpe (Sur), el entorno de las lomas que lindan con el lado oriental de la abandonada fábrica de ladrillos (Este), y el cercado de cipreses del Olivar del Sonido (Oeste). Pero todavía carecíamos de los documentos definitivos, de una serie de textos e ilustraciones, que sabíamos que el metódico Bonsor debió haber realizado mientras excavó el Olivar de Los Toruños. Ahora, con la publicación de El Castillo de Mairena del Alcor. El Legado de Jorge Bonsor y Dolores y Simó, donde se nos ofrecen los contenidos íntegros de dos de esos cuadernos, poseemos la mayor parte de los datos necesarios para determinar con mayor precisión, casi todo lo relativo a la localización exacta de la necrópolis de La Santa. Como verán, la hipótesis que habíamos mantenido hasta la publicación de dicha obra, tuvo que ser revisada íntegramente al socaire de las nuevas informaciones conocidas.
4. La localización de la necrópolis orientalizante de Santa Lucía a la luz del estudio de los cuadernos de trabajo de Don Jorge.
Vayamos al grano. En el cuaderno de excavaciones y trabajos de restauración del Castillo de Mairena del Alcor, escrito por el anglo-francés entre 1903 y 1904, podemos leer todos los datos que aquel recogiera en relación a las excavaciones que llevara a cabo en el Olivar de los Torruños (así aparece escrito en estos cuadernos), y no solo, para la SFFA (Société Francaise de Fouilles Arquéologiques). Veamos dos de los fragmentos más interesantes, para así empezar nuestra particular disección:
1. El Olivar de los Torruños está situado a poca distancia de la Raya del término del Viso, entre dos caminos viejos que van del Viso a Mairena.
2. Hacia las 10 Rafael P. y yo fuimos a dar una vuelta por las alturas próximas a La Tablada, el emplazamiento del antiguo poblado; el examen del suelo, plantado actualmente de olivos no nos indicó nada. La necrópolois pre-romana está, no cabe duda, donde estamos ahora trabajando, el olivar llamado “Olivar de los Torruños”.
Hay en este olivar dos necrópolis bien distintas (…).
Primera novedad: según estas anotaciones, El Olivar de los Torruños acogía no una, sino dos necrópolis prerromanas. Estas las debemos enmarcar en horizontes culturales distintos: una, del periodo orientalizante, estaría compuesta por quince túmulos de inhumación y de incineración; otra, que Bonsor define como celto-púnica (la desconocía cuando escribió Las colonias agrícolas prerromanas del Valle del Guadalquivir) , y que hoy sabemos turdetana, estaría compuesta por varios fosos, directamente excavados en la roca, contenedores de urnas funerarias. ¿Pero adónde estaban? Según hemos podido leer anteriormente, no estarían lejos de la raya del término entre El Viso y Mairena, pero no en las inmediaciones de La Tablada: los olivares cercanos a “el emplazamiento del antiguo poblado”, de cuya existencia aún existen evidencias en el pago del Cañalizo (Olivar del Rosca), no mostraban rastro arqueológico alguno que indicaran que su suelo albergó necrópolis de ningún tipo. No olvidemos que El Olivar de los Torruños estaba muy cerca de la Ermita de Santa Lucía (Mairena) y no por donde El Cañalizo (El Viso). Por lo tanto, tenemos que alejar el ascua de una sardina, que parece ser mairenera. ¿Pero a qué distancia estaría el yacimiento del entorno de La Tablada? ¿En qué punto en concreto estarían plantados los olivos de Don Elías Méndez? La cosa no es tan sencilla…
En la página 94 del cuaderno de Bonsor, tenemos un maravilloso croquis con información relativa a la distribución de las necrópolis y a las diferentes estructuras funerarias existentes dentro de ellas. Lo peor de todo es que carecemos de una escala métrica, de una serie de referencias que nos permitan establecer la distancia existente entre la raya del término Viso-Mairena y las necrópolis, o la existente entre estas dos. Pero no tenemos poca cosa. En dicho croquis se sitúa, de una manera muy clara, la posición de las dos áreas cimiteriales respecto a La Tablada: ambas se encuentran al Oeste: la necrópolis orientalizante, al Noroeste; la necrópolis celto-púnica (turdetana), algo más al Suroeste. Pero esta última está mucho “Mas próxima a La Tablada y a la izquierda del camino que lleva desde la fuente pública de Mairena llamada (del Alconchel) a la del Viso bajo La Tablada llamada…”. Dicho camino es el de Zapata, cuyo entorno definimos previamente como límite Norte del Olivar de los Torruños. Sin embargo, parece claro que, en cambio, es el límite meridional de dicho olivar, en tanto en cuanto, allí se situaba la necrópolis situada más al Sur. Valga otra puntualización de Bonsor, para confirmar esta afirmación: “lo hemos encontrado (el cementerio turdetano) en el mismo olivar de Elías Méndez, en la extremidad del lado de la vega cerca de un viejo camino del Viso a Mairena”. Es decir, al Sur. Pues el otro camino, el que ahora conocemos con La Trocha, no está precisamente cerca de la Vega.
Podemos definir, pues, el límite meridional del perímetro del Olivar de los Torruños, pago cuya extensión no alcanzaba, al Este, las inmediaciones de la raya del término entre El Viso y Mairena (no lo olvidemos, de cara a establecer cual sería más o menos el límite oriental del yacimiento). A pesar de todo, parecía que no podíamos saber con precisión, en base a los datos que teníamos a nuestra disposición, a qué altura del Camino de Zapata se hallaría la necrópolis turdetana. Pero sigamos ahondando en nuestros planteamientos.
Algo más al Noroeste de la necrópolis turdetana, o sea, por debajo de La Trocha y por lo alto del Camino de Zapata, se encontrarían los once túmulos pertenecientes al olivar del señor Méndez; la mayor parte de los pertenecientes a la necrópolis orientalizante. Como se ha anotado antes, al carecer de una escala métrica o algo parecido, no sabemos exactamente a qué distancia de La Tablada, o de la otra necrópolis (la más oriental), se encontrarían dichas estructuras funerarias. Sin embargo, gracias al estudio de otro croquis existente en la página número 96 de los cuadernos de Bonsor, poseemos unas valiosísimas referencias que nos pueden ayudar a establecer, como mínimo, la máxima expansión hacia el Norte de la necrópolis orientalizante de Santa Lucía. Vayamos por partes.
En el croquis de la página 96 se señala la presencia de cuatro túmulos situados a quinientos metros al Noroeste del grupo de once túmulos del Olivar de Los Torruños: la necrópolis orientalizante de Santa Lucía se extendía a lo largo y ancho de dos espacios geográficos bien diferenciados, separados por quinientos metros de distancia. Observando la posición de las cuatro estructuras funerarias reflejadas, podemos comprobar como se encontraban en un espacio, aparentemente extenso, donde La Trocha (llamada a principios del siglo XX Camino del Sonido y Camino del Viso) y la antigua carretera de Madrid (la actual Mairena-Viso) empiezan a acercarse. Entre estas dos vías de comunicación, en los maireneros pagos conocidos a principios del siglo XX como Campo del Calero y Olivar de Don Marcelino Calvo (muy probablemente, el espacio comprendido entre la actual finca de San Francisco y El Ventorrillo) estarían, pues, los túmulos más septentrionales de la necrópolis de Santa Lucía; a unos mil metros del punto más alto de La Tablada. Por debajo de La Trocha, quinientos metros al Sureste de este espacio, más cerca de El Viso, pero siempre en Mairena, se encontrarían los once túmulos restantes, pertenecientes al ámbito del Olivar de los Torruños. Al Sureste de estos, más cerquita del Camino de Zapata, estaría la necrópolis turdetana.
Entonces podemos afirmar, a modo de resumen, que (miren el mapa):
1. La antigua carretera de Madrid (la actual Mairena-Viso), al Norte, y El Camino de Zapata, al Sur, definen, sin ningún género de dudas, los límites septentrional y meridional, respectivamente, de nuestra inmensa necrópolis. La extensión entre dichas vías de comunicación, dentro de la zona que nos interesa, llega a alcanzar hasta los setecientos metros. Y la distancia relativa a la que deberíamos situarlas respecto a La Tablada, está en torno a los mil metros en el punto más lejano; más o menos a la misma distancia que Raso de Chirolí. Aunque dada la imprecisión relativa con la que Bonsor habla del tema (ténganse en cuenta las limitaciones de la época), y el más que considerable tamaño del yacimiento, tendríamos que ser algo flexibles.
2. Los túmulos número 3 y 4, señalados por Bonsor dentro del mairenero Olivar de Don Marcelino Calvo, son las dos estructuras funerarias más occidentales de la necrópolis orientalizante de La Santa. Desconocemos la ubicación de dicho olivar, pero sabemos que se encontraba en las inmediaciones del punto donde La Trocha y la antigua carretera de Madrid empezaban a acercarse. Dicho punto podría corresponderse, grosso modo, con el espacio comprendido entre la finca de San Francisco y El Ventorrillo, que distan más o menos un kilómetro de La Tablada. Como Raso de Chirolí: Bonsor era un tiquismiquis…
3. Al Este sabemos que tan extenso yacimiento no llegaba a alcanzar la raya del término Mairena-Viso, y que no estaba en las inmediaciones de los olivares próximos a La Tablada (todo el espacio comprendido entre el Camino del Cañalizo y la raya del término Mairena-Viso estaba plantado de olivos). En este límite oriental, por arriba del Camino de Zapata, y no muy lejos del escarpe que asoma a la vega, tendríamos que situar la necrópolis turdetana. ¿En qué tramo de dicho camino? Siempre al Sureste de la necrópolis orientalizante y, como hemos dicho, más cerquita de la Vega y no demasiado lejos de la raya del término Mairena-Viso.
4. Entre la necrópolis turdetana y los cuatro túmulos del Olivar de Don Marcelino Calvo se encontraría el grupo de 11 túmulos del Olivar de los Torruños; por lo alto del Camino de Zapata y casi 500 metros por debajo de La Trocha (dirección Sureste).
5. La posible cuadratura del círculo.
Para lograr un mayor grado de precisión en el planteamiento de nuestra hipótesis, hemos recurrido al examen de toda la cartografía y la documentación histórica que hemos podido consultar. Nos referimos, sobre todo, a los distintos mapas del Instituto Geográfico y Catastral (sobre todo, los de 1948, dado que las versiones anteriores no aportaban gran cosa), al Mapa de Andalucía 1:50.000 del Estado Mayor de Ejército Alemán (1940-1944), y a las ortofotos del suelo español que el ejército norteamericano hiciera en 1956. De ninguna de las maneras hemos logrado localizar el Olivar de los Torruños, el Olivar de D. Marcelino Calvo, o el campo labrado del Calero, con “nombre y apellidos”; ya fuere porque sus nombres cambiaron a lo largo del tiempo pasado (entre cuarenta y cincuenta años), ya fuere porque tampoco se mantuvieron los usos de la tierra, y lo que fue olivar se convirtió en campo de labranza, y viceversa. Pero no estábamos perdidos, pues al margen de los datos que ya hemos aportado, poseíamos el precioso croquis de la página 96 del cuaderno de Bonsor, donde se nos indicaba adónde se encontraban el Olivar de D. Marcelino Calvo y el campo labrado del Calero. Pues bien, hemos procedido a superponer dicho croquis a la imagen antigua con mayor resolución que tenemos en nuestro haber, que es la ortofoto americana de 1956. ¿El resultado? Si nos fiamos de la pericia de Bonsor en el manejo del lápiz (su formación inicial era de pintor), hemos de concluir que el espacio por él señalado coincidía con el que actualmente se encuentra entre la mairenera finca de San Francisco y El Ventorrillo. Este punto dista entre 1.000 y 1.300 metros del vértice geodésico de La Tablada (más o menos la misma distancia que el Raso de Chirolí). Atando cabos, ya tenemos localizado el límite Noroccidental de nuestro yacimiento.
Insistamos en esta vía que hemos iniciado. Entre los actuales pagos de San Francisco y El Ventorrillo, estaban los cuatro túmulos que Bonsor señalara dentro de los límites del Olivar de D. Marcelino Calvo y el campo labrado del Calero. Los otros once túmulos de la necrópolis de Santa Lucía (siempre más lejos de La Santa, que no es sino el pago donde se encuentran los restos de la antigua ermita), estaban a 500 metros al Sureste de los anteriores. Buscando en esa dirección, en las ortofotos americanas de 1956, se aprecia con algo de meridiana claridad, un grupo de hasta siete pequeñas y protuberantes estructuras circulares, que parecen destacar en relieve, como si de túmulos se tratase, sobre la superficie de un amplio campo para entonces ya despoblado de olivos. Nos referimos a la finca catastral 8406604TG5480N0001WL localizada en el mairenero PL FUENTESOL Ndup-V Suelo, situada a 200 metros al Norte del Camino de Zapata y a 850 metros al Oeste de La Tablada ¿Estamos ante el antiguo solar de la propiedad de Don Elías Méndez, del Olivar de los Torruños? Como siempre, tendremos que esperar a que la arqueología diga la última palabra. En este sentido, vale la pena señalar que dicho lugar ofrece evidencias de haber sido usado solamente como campo de labranza desde los años 50 del pasado siglo hasta nuestros días. No ha sido urbanizado. ¿Quedarán en el subsuelo algunos indicios de la necrópolis que excavara Bonsor?
¿Y la necrópolis turdetana? según esta hipótesis, aquella, que se encontraba situada al Sureste de la anterior, algo por lo alto del Camino de Zapata, y más cerca de La Vega y La Tablada, no podría encontrarse sino a la altura de la actual finca de El Canijo; pues de encontrarse más al Sureste, se saldría del Camino de Zapata y se metería de lleno en el término de El Viso. Y Bonsor dejó muy claro que en El Viso no estaba. Desgraciadamente, este lugar tan cercano a la raya del término, y distante tan solo 650 metros del punto más alto de La Tablada, está actualmente urbanizado, aunque no en toda su extensión. ¿Se podría haber perdido para siempre el límite más meridional de tan extenso yacimiento? Habrá que estudiar la zona.
6. A modo de conclusión.
De no aparecer un documento aún más revelador que el que aquí hemos diseccionado, ha de ser la arqueología la que tenga la última palabra. Pero no va a ser sencilla la empresa, considerando que tan solo ha resistido al ritmo frenético de la urbanización, y solo relativamente (en la zona norte existe una edificación), el espacio que hemos señalado para ubicar la mayor parte de los once túmulos del antiguo Olivar de los Torruños: la finca catastral 8406604TG5480N0001WL localizada en el mairenero PL FUENTESOL Ndup-V. Aquí tendría que centrarse, en nuestra humilde opinión, una futura y deseable prospección arqueológica. Y es que, tanto el supuesto entorno propuesto para localizar la necrópolis turdetana, como el indicado para los cuatro túmulos del Olivar de D. Marcelino Calvo y el campo labrado del Calero, han sufrido las consecuencias de una presión antrópica, que cuando no se ha traducido en la radical urbanización del terreno (El Ventorrillo), ha derivado en la remoción intensa de unas tierras que han cambiado varias veces de uso a lo largo de los más de cien años transcurridos entre la excavación de los túmulos y estos días en los que escribimos. Por ejemplo, la finca de San Francisco, supuesto solar del antiguo Olivar de D. Marcelino Calvo, está plantada de naranjos y algún que otro eucalipto; y en toda su extensión, son claros los indicios de haberse desmontado parte del terreno. Al menos en superficie, no hay ni rastro de túmulos en toda la finca. No obstante, aun habiéndose perdido las estructuras externas de los túmulos, no es improbable que aún se conserve en este lugar alguna que otra impronta arqueológica de cierto empaque: ¿no subsistirán en la roca alcoreña aquellas fosas que cubrían los túmulos orientalizantes?
Pero no desesperemos, porque independientemente de la posibilidad de que se haya conservado algo del registro arqueológico de tan interesante área cimiterial (no olvidemos que una buena muestra de los restos hallados por Bonsor, se encuentran a salvo en instituciones tan prestigiosas como la Hispanic Society of New York), sabemos mucho más de lo que sabíamos justo antes de la muy acertada publicación de El Castillo de Mairena del Alcor. El Legado de Jorge Bonsor y Dolores y Simó. No solo podemos y debemos aventurarnos en la nada fácil tarea de ubicar nuestra necrópolis, sino que poseemos magníficos datos en nuestra mano, que nos obligan a replantear toda la problemática específica de un yacimiento cuya interpretación no hace sino complicarse enormemente. Planteemos tres cuestiones que son dignas de ser abordadas:
1. Ya no solo podemos hablar de una necrópolis orientalizante, con posible origen en una anterior área cimiterial del Bronce Final (el enterramiento arcaizante que describiera Cañal). Estamos ante un complejo yacimiento cuya cronología no se agota hasta el periodo turdetano. El estudio de este momento debe servir para completar la secuencia cronológica y cultural de la Protohistoria de Los Alcores.
2. ¿Es la secuencia cronológica y cultural registrada en la necrópolis un trasunto de la actividad del enorme, e inexplicablemente inexplorado, yacimiento de La Tablada? A falta de una excavación en toda regla, ¿qué podemos decir de la “ciudad de los vivos” partiendo del estudio de la “ciudad de los muertos”?
3. Dada la enorme distancia existente entre el grupo de cuatro túmulos del Campo del Calero y Olivar de Don Marcelino Calvo y el grupo de once túmulos del Olivar de los torruños, ¿no cabría plantearse si hablamos de dos necrópolis orientalizantes diferentes localizadas en terrenos de Mairena del Alcor? De poderse confirmar, ¿no podríamos otorgar una mayor importancia a un núcleo de poblamiento como La Tablada, que al margen de poseer un supuesto bastión defensivo, ya contaría con tres y no dos necrópolis para el momento orientalizante?
Nosotros les dejamos el órdago sobre la mesa.
Juan Antonio Martínez Romero, Ldo. en Historia del Arte.
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