ANDRÉS CANSINO: UN IMAGINERO DESCONOCIDO. HOMENAJE EN EL 375 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO
En el ocaso de la Sevilla imperial, puerto y puerta de las Américas, vio la luz, hace ahora 375 años, un imaginero al que la muerte frustró, posiblemente, una dilatada carrera. Andrés Cansino nació en el año 1636, reinaba en las Españas el muy cristianísimo Felipe IV (1621-1665) y gobernaba el Estado el poderoso y odiado Conde-duque de Olivares. El país estaba inmerso en la denominada “guerra de los treinta años”, contienda que no sólo mermó la maltrecha economía de un país, sino que el fin de la misma (“Paz de Westfalia”) supuso el ocaso definitivo de la hegemonía de España en Europa. Por si esto fuera poco, en el año 1649 una epidemia de peste bubónica asoló la ciudad, una ciudad maltratada por el Guadalquivir, río que la primavera de aquel año se había desbordado como consecuencia de las continuas lluvias. Esto provocaba que parte de la urbe únicamente se pudiera transitar en barco. La enfermedad se cebó sobre una ciudad desabastecida, en la que los precios se incrementaron y las clases más populares padecieron hambre, por lo que la cruenta enfermedad se cebó en este grupo de personas subalimentadas. En la catástrofe murieron unas sesenta mil personas, una de ellas el imaginero Juan Martínez Montañés, por lo que, en palabras de Ortiz de Zúñiga, la ciudad quedó “con gran menoscabo de vecindad, si no sola, muy desacompañada”. Es en este nefasto año, siendo aún un niño (no contaba más que trece o catorce años), el joven Andrés entró como aprendiz en el taller del imaginero flamenco José de Arce[1], que tenía su taller en la calle del Aire. En el momento en el que Cansino entra a formar parte del taller, el maestro está en plena madurez creativa. No podemos olvidar que es el introductor de la escultura barroca italiana en la escuela sevillana, de ahí su importancia. Hacia 1655, cuando contaba con diecinueve años, tras aprobar el pertinente examen del gremio, el ya maestro Cansino, instaló su taller en la calle de los Colcheros, actual Tetuán. Curiosamente, en este mismo año y en esta misma calle instaló Pedro Roldán (1624-1699) su taller. A los veintidós años, en 1658, contrajo matrimonio con Teresa de León, de veinte años, en la iglesia de Omnium Sanctorum siendo testigo del enlace matrimonial, entre otros, Pedro Roldán, por lo que nos hace pensar que entre ambos había, además de vecindad, buena amistad. Tal vez ésta le abrió las puertas para poder ingresar en 1663 en la Academia de Arte que tres años antes había fundado Bartolomé Esteban Murillo y en la que desde un principio Roldán ejerció como profesor de dibujo escultórico.
Cansino murió a temprana edad, a los treinta y cuatro años, de ahí que su producción, además de ser escasa, sea poco conocida. Dejó viuda con treinta y dos años y tres huérfanos: Carlos, Juana y Francisca, no contando el mayor con más de once años de edad. No sabemos realmente el motivo de su muerte, lo poco que sabemos lo refleja su testamento. Así el 25 de octubre de 1670, sintiéndose gravemente enfermo, testó, ante el escribano público de Sevilla, Martín de Andújar, muriendo días después. Una muerte tan temprana y en tan rápida nos hace pensar, entre otras muchas cosas, en un duelo, uno de tantos en la época. Fue enterrado en la iglesia de la Magdalena, tal y como estipuló en sus últimas voluntades: “ mando que mi cuerpo sea sepultado en la Iglesia Parroquial de la Magdalena de esta ciudad, y el día de mi entierro se dirá y si no el siguiente se diga por mi anima una misa de Réquiem cantada o ofrenda como es costumbre y el acompañamiento de mi entierro, remito al parecer de mis albaceas”, Don Pedro Díaz Guillén, su cuñado; Andrés Montero y su esposa doña Teresa de León. A este respecto hemos de decir que era costumbre que plañideras y pobres acompañaran al difunto hasta la Iglesia, en compensación éstos recibían una limosna que muchas veces queda recogida en los testamentos. Por otra parte ordena que se le de a las cofradías del Santísimo Sacramento y Ánimas Benditas del Purgatorio de la referida iglesia un total de nueve reales a cada una de ellas y a la fábrica dos reales. A pesar de los encargos a los que hace referencia en su testamento, algunos por cobrar, sabemos que su fortuna era bastante precaria, tanto, que no puede dejar estipuladas el número de misas que quiere que se le digan pues especifica: “Ytem mando se digan por mi alma las misas que quisieran decirme Doña Teresa de León, mi mujer y en las partes que fuese su voluntad, atento a que por mi poco posible no puedo disponer que se digan misas ni ¿? a las cuentas”. Esta escasez de recursos se pone de manifiesto en el hecho de no poder dejar encargadas misas, circunstancia que nos parece, ciertamente, bastante significativa. Por si no fuera poco, a lo anterior hemos de añadirle que “las casas en que vivo son de Diego de la Oliva, a quien pago seis ducados cada mes y por cuenta del arrendamiento le tengo dados 500 reales de que tengo carta de pago, y le he pagado otros doscientos mas, de que no tengo carta de pago”. Dicho de otra manera, le tenía dado por adelantado 63ducados, 8 reales y 3 maravedíes, lo que asegura la permanencia de su familia en la referida casa, sin problema alguno, hasta agosto del siguiente año.
Sin duda alguna, como referíamos anteriormente, fue una muerte rápida, inesperada en plena madurez creativa, pues son muchos los encargos que deja a medio hacer, de lo contrario, serían muy pocos.
Entre las obras que tenía en su taller en el momento de su muerte tenemos:
- Una Santa Teresa de Jesús para Osuna, que estaba “empezada a fabricar”.
- También había comenzado a trabajar con dos Santas para el convento de San Agustín de Sevilla.
- Un maniquí que estaba para lijarse para un particular.
- Un Cristo para fray Francisco Trujillo, de la Orden de San Agustín.
- Diferentes piezas de escultura para el retablo del Pópulo?, a cargo de Bernardo Simón de Pineda, su compadre.
- Cuatro ángeles pequeños.
Todas estas obras estaban concertadas y se había entregado dinero a cuenta, tal y como aparece reflejado en el testamento.
Entre las obras entregadas, pero parcialmente cobradas, tenemos:
- Las imágenes de San Benito, de la Inmaculada Concepción y del Niño Jesús para Francisco Gutiérrez, escribano de la sala del crimen de la Real Audiencia.
- Una María, también acabada y entregada a Francisco de la Chica.
- Un Cristo para la Orden de San Agustín (es otro distinto al que tenía que acabar) que estaba acabado y por entregar.
- La imagen de un Jesús Nazareno para el convento de El Viso, faltando por cobrar 100 reales del Padre Comendador de los Mercedarios. Esta cita es bastante importante, porque nos sirve, no sólo para datar la imagen, sino para asignarle, sin duda alguna, su autoría.
OBRAS MÁS DESTACADAS:
Santísimo Cristo de la Salud, de la Hermandad de San Bernardo
El crucificado fue encargado el 17 de enero de 1669, por lo que al no aparecer en el testamento podemos presuponer que estaba acabado y entregado. Estamos ante un encargo que debía de presidir el Oratorio de la Santa y Venerable Escuela de Cristo que estaba situada en la misma calle en la que el imaginero tenía establecido su taller.
Se trata de un crucificado de 1,65 metros , en cedro policromado, que fue hecho para presidir un retablo, de ahí determinados elementos estilísticos que lo definan:
- Frontalidad y simetría
- Escaso movimiento del sudario
- Tratamiento abocetado de la espalda frente al trabajo concienzudo de rostro y torso.
Representa a Cristo muerto, derrumbado en la Cruz, su cuerpo laxo, reflejado son muestras evidentes de una muerte cercana. Su cabeza cae sobre el pecho, hacia el lado derecho. En sus rodillas hay signos de heridas abiertas de las que brota la sangre, al igual que en sus llagas o en la cabeza. Cristo está muerto, su cuerpo refleja dramatismo, un cuerpo que se derrumba, de un cuerpo cuyo peso descansa únicamente de los dos clavos del madero. Este hecho contrasta con un rostro dulcificado, en el que no hay signos ni de dolor, ni de sufrimiento. Esta dulzura en el rostro junto a la barba bífida, bien definida y el pelo a grandes mechones, dando la sensación de pelo mojado, lo asemejan a Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Viso, de ahí la atribución que se le hace.
Jesús Nazareno, de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de El Viso
Estamos ante una imagen de vestir, de cuerpo entero que destaca por su gran realismo. Iconográficamente representa al Nazareno, tema tratado, entre otros, por Martínez Montañés, es el caso del Cristo de la Pasión; de Juan de Mesa (Gran Poder). Contemporáneos a Cansino es Pedro Roldán (Nuestro Padre Jesús, de la Hermandad de la O). Iconográficamente representa a Cristo con la Cruz a Cuestas sobre su hombro izquierdo, por lo que el rostro presenta un ligero escorzo hacia la derecha.
Cristo está cansado, la mirada baja, los ojos entreabiertos, el ceño fruncido denota dolor, el madero pesa en el lento transcurrir por la Vía Dolorosa camino del Gólgota. Sin embargo la dulzura no se pierde en el rostro, no hay expresividad en su cara, ésta muestra dolor sereno, moderado. La influencia de José de Arce la apreciamos en la cabellera y en la barba bífida y triangular que se dispone formando masas compactas que dan la sensación de pelo mojado.
El nazareno, entregado en 1670, lleva un andar pausado, una de sus piernas se flexiona levemente para poder sostener el peso del madero. El dinamismo barroco, de un barroco de corte clasicista lo apreciamos en sus sutiles manos que no se aferran al madero, más bien lo acarician. A esto hemos de añadirle el giro de su torso y de la cabeza hacia la derecha, frente a este hecho hay una contraposición de los brazos que giran levemente hacia la izquierda.
Su mirada baja hace que lo podamos mirar, Cristo nos mira, hay un intercambio de miradas entre la imagen sagrada y el fiel que se arrodilla a sus plantas, se produce así una íntima comunicación que nos traslada. Se ha conseguido lo que podemos denominar como “impacto devocional”.
SU FORMA DE HACER
La segunda mitad del siglo XVII, desde el punto de vista de la imaginería se caracteriza por ser un período de cambio, en el que el realismo va a sufrir un proceso de transformación hacia formas más exuberantes. Podemos decir se produce un proceso de barroquización. La introducción de estas nuevas formas se debe, sobre todo, al flamenco José de Arce, que es el introductor en la escuela sevillana de las formas plenamente barrocas que han nacido en Italia. Así en la segunda mitad del siglo podemos hablar de la aparición de dos corrientes en la escuela sevillana, una de ellas tendrá como eje fundamental a Pedro Roldán. Esta forma de entender la escultura es la que triunfa, es el triunfo de un barroco de formas salomónicas, tal y como afirma el profesor Bernales. Por el contrario Cansino concibe la escultura bajo una concepción más clásica que se acerca a los postulados montañesinos, a postulados de corte manieristas que, en la época, gustan menos.
SU DISCÍPULO
Uno de los discípulos de Cansino, tal vez el que lo haya hecho despertar del anonimato es Francisco Antonio Gijón o Ruíz Gijón. Siendo niño, y estando bajo la tutela de su hermano mayor Juan Ruíz Gijón, efectuó carta de aprendizaje ante el escribano público Bartolomé Mejía Carreto, el 3 de julio de 1669, siendo su tutor la persona que se obligaba con el maestro a pagar lo estipulado por su aprendizaje. En el contrato se estipula que estaría con él desde comienzos de julio de 1669 hasta julio de 1672, comprometiéndose a vivir en su casa y a estar bajo sus servicios el tiempo en el que estuviera vigente el contrato. Por el contrario, Cansino se obliga a “tenelme en su casa y enseñarme el dho. Ofisio descultor bien y cumplidamte. como el susodho. lo sabe sin encubrirme cossa alguna de manera que en fin del dho. tiempo lo ayaprendido y pueda trabajar en qualquier tienda p. oficial…”. En el caso en el que no lo enseñara durante estos tres años estipulados, el maestro debía de tenerlo en su casa hasta que lo acabase de aprender “dándome para mis alimentos lo que ssuele ganar un ofisial”.
Por aprender el oficio de escultor la familia del aprendiz debía e pagar 300 reales de la siguiente manera:
150 reales al año y medio de la firma del contrato, es decir en enero de 1671.
150 reales al acabar el aprendizaje y quedar cumplido, por tanto, el contrato, en 1672.
Con el contrato, Cansino se “obligo a la paga y cunplimto. de lo que por ella es y queda a mi cargo sin falta alguna y para la paga y cumplimto. de lo que dho. es todos los otorgantes obligamos nuestras personas y vienes y cada uno de nos ávidos y por aver y damos poder a las Justicias de Su magd. “
Lo cierto es que, tras la muerte de Andrés Cansino en octubre de 1670, Francisco Antonio Gijón llevaba bajo sus servicios unos quince meses, por lo que no pudo acabar su aprendizaje. No sabemos con quién lo acabó, aunque podamos intuir que fue en el taller de Roldán, que a la postre tenía su taller en la misma calle que Cansino, y, lo más importante, era amigo del mismo.
Lo cierto es que el 21 de diciembre de 1670, una vez cumplido el preceptivo año de luto ,obligatorio, el discípulo contrajo matrimonio con su viuda; en estos momentos tenía tan sólo diecisiete años, mientras que su esposa casi le doblaba la edad: treinta y dos. Una vez terminado su aprendizaje y obtener el título de maestro, se hizo cargo del taller y de los posibles encargos. Tenemos constancia, por una carta de aprendizaje, que en febrero de 1673 ya tenía el título de maestro escultor, pues el 17 de febrero firmó escritura de aprendizaje ante el escribano Antonio Mateos.
Una de las obras más discutidas, en cuanto a su autoría, es el Cirineo de El Viso dado que no nos consta documentalmente su autoría. En su testamento Cansino nos habla del Nazareno, pero no hace referencia alguna al Cirineo. Este hecho podemos interpretarlo de dos formas:
1º.-El Cirineo iba en el mimo lote, por lo que no hizo falta hacer referencia alguna al mismo. Podemos hablar de un conjunto escultórico dada la armonía que se produce entre ambas figuras. El Cirineo, de menor tamaño que el Nazareno, no le hace sombra, el imaginero establece una jerarquía en función a la importancia que la imagen ha de jugar en el paso.
2º.El Cirineo se encargó a posteriori, una vez muerto el maestro. En este caso podemos pensar que la autoría hemos de atribuírsela a Ruíz Gijón, tal y como ocurre con el que elaboró para la Hermandad de las Tres Caídas de Sevilla.
BIBLIOGRAFÍA:
BANDA Y VARGAS, Antonio y HERNÁNDEZ DÍAZ, José: La escultura sevillana del siglo de Oro. Madrid, 1978.
BERNALES BALLESTEROS, Jorge: “Pedro Roldán y la imaginería hispalense de su tiempo”. La escultura sevillana del siglo de oro. Madrid, 1978.
CAMPILLO DE LOS SANTOS, José Ángel: “El imaginero Andrés Cansino”, en El Señor de El Viso. 325 aniversarios de la llegada de Nuestro Padre Jesús Nazareno a la villa de El Viso del Alcor. Sevilla, 1995.
CUÉLLAR CONTRERAS, Francisco de P. “Carta de aprendizaje del maestro escultor Francisco A. Gijón. Año 1669 “. En Homenaje al Profesor Dr. Hernández Díaz. T. I. Cádiz, 1982.
HERNÁNDEZ DÍAZ, José: Documentos para la Historia del Arte en Andalucía. T. II. Sevilla, 1928.
HERNÁNDEZ DÍAZ, José: Notas para un estudio biográfico-crítico del escultor Francisco Antonio Gijón. Sevilla, 1950.
HERNÁNDEZ DÍAZ, José y SANCHO CORBACHO, Heliodoro: Arquitectos y escultores sevillanos del siglo XVII. Sevilla, 1931.
LUQUE MENA, Jesús: Compendio de las Cofradías de Sevilla. Sevilla, 2007.
TESTAMENTO DE ANDRÉS CANSINO.
JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO DE LOS SANTOS
[1] José de Arce nació en Flandes, hacia el año 1600. En 1635 llega a España y al año siguiente lo encontramos en Sevilla, ciudad en la que muere en 1666. Entre sus obras, hasta hace poco atribuidas, hemos de destacar a Nuestro Padre Jesús de las Penas, de la Hermandad de la Estrella.
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