UNA NUEVA VISIÓN DE LA ERMITA DEL CRISTO DE LA CÁRCEL
Un pueblo no es un mero conjunto de edificaciones, algunas de ellas de carácter singular, que dependen jurídicamente de un Ayuntamiento. Además de esto hemos de tener muy en cuenta a las personas, a las gentes, a los vecinos que son los que van a darle personalidad propia, los que van a impregnar de idiosincrasia al pueblo. Esta forma de ser pueblo viene dada por el poso de la Historia, por los grandes y pequeños acontecimientos, por las huellas del pasado que van marcando la piel del lugar en el que se desarrollan los acontecimientos.
Si entre todos los grandes hitos de la Historia de Mairena tuviésemos que hacer referencia a alguno, sin duda tendríamos que mencionar al Cristo de la Cárcel, al crucificado del lienzo.Para entender el proceso por el que este Cristo ha marcado un antes y un después en el devenir colectivo de una comunidad que se siente identificada con la imagen hemos de remontarnos a la segunda mitad del siglo XVII. En estos momentos la villa de Mairena, perteneciente al Duque de Arcos, se configura como una población ciertamente populosa de unos cuatrocientos vecinos (unos dos mil habitantes aproximadamente). En estos momentos el eje vertebrador de la villa es la plaza pública, espacio que nace como tal en la centuria anterior, junto a la Puerta de Sevilla. Será en la plaza, en torno a 1555, cuando se hable, por primera vez, de la necesidad de construir en la villa casa Ayuntamiento, Cárcel y Pósito, dado que dichas dependencias no existían en la localidad. Es en este espacio privilegiado donde a mediados de la centuria se va a construir una pequeña capilla o ermita. Es concretamente en el solar que perteneció a la capellanía que había fundado años atrás Alejo García. Se trataba de lo que se denomina como una casa-tienda que fue derribada para construir la capilla en honor al Cristo, según refiere la visita pastoral del año 1685. Es esta referencia la que nos permite desestimar 1694 como fecha de construcción del edificio. No obstante hemos de remontar la construcción del edificio cuarenta años atrás, concretamente al 2 de marzo de 1644, fecha en la que el cura más antiguo de la villa nos habla de una capilla que se había construido junto a la cárcel. En la construcción de la capilla pudo intervenir, muy posiblemente, el matrimonio formado por Don Tomás de Paz y doña Marina Palacios. Estamos ante ricos y piadosos propietarios, tal vez indianos que habían regresado a Mairena con fortuna, por lo que fundaron distintas capellanías (un total de cuatro en las que empleó 54 aranzadas de olivar repartidas en distintos pagos del término de la villa). También tenemos constancia que Don Tomás fue mayordomo de la Hermandad de San Bartolomé en el año 1681
Por las descripción de 1644 sabemos que la recién construida capilla tenía un altar para celebrar pero carecía de ornamentos y ara, por lo que no se podían celebrar misas en dicho recinto. En el frontal de la capilla había tres gradas que adornaban un cuadro, el del Santo Cristo, que aparecía acompañado por dos Niños de talla. A la derecha del Santo Cristo estaba el de Nuestra Señora de la Soledad, dolorosa de candelero de vara y media de altura. Estamos en el momento en el que se están ultimando las obras, dado que se habla de la necesidad de colocar rejas desde la cárcel a la capilla para que los presos pudieran escuchar misa. Todos estos inconvenientes se subsanaron rápidamente porque el día 4 de marzo de 1644 llegó la licencia para poder decir misa lo que nos hace pensar en el hecho de que todos los inconvenientes habían sido subsanados.
Manuel Gavira nos describe de forma pormenorizada, en uno de sus muchos artículos, el milagro acaecido en el año 1671, uno de los muchos que les fueron atribuidas a la imagen. Son estos milagros los que hacen que, poco a poco, la sacristía se vaya llenando de exvotos que colmataron sus frías y húmedas paredes. En este contexto en el que la imagen va adquiriendo cada vez mayor importancia en la vida religiosa de la localidad y de la comarca, hemos de entender que el Crucificado se convirtiera en la imagen más “milagrosa” de todas aquellas que había en la villa, por lo que es comprensible que, ante adversidades y penurias colectivas, la imagen fuese utilizada por el colectivo humano de la localidad como escudo contra el mal, como el elemento icónico de carácter sagrado, de ahí las continuas salidas en acto de desagravio ante la divina providencia, tal y como ocurrió en el año 1689, fecha en la que una pertinaz sequía, acompañada de una plaga de langosta, asoló la región por los muchos pecados que se habían cometido contra su divina Majestad, según se refiere. Ante esta dramática situación el Cabildo se reunió el 16 de marzo y tomó la determinación de sacar en procesión al Cristo de la Cárcel para expiar los muchos pecados cometidos y en acto de verdadero arrepentimiento. Por tal motivo se celebraría una novena con misas cantadas, y, dado que el Ayuntamiento estaba muy escaso de dinero, por tener los propios embargados y no poder contribuir en modo alguno en el sostenimiento de la procesión, se acordó que el traslado del Cristo a la parroquia, donde se celebraría el novenario, debía de costearse con las limosnas de los fieles. Como podemos observar, a mediados de la centuria estaba configurado, en sus elementos formales más importantes, lo que es el traslado de la capilla a la parroquia, el novenario y la procesión.
A lo largo del siglo XVIII se consolida la devoción al Santísimo Cristo hasta tal punto que en el primer tercio de la centuria la cofradía tenía que hacer frente a la fiesta de la exaltación de la Cruz. Pero es interesante conocer otros detalles de la procesión del Santo Cristo, es el caso del sermón que se predicaba en su honor y la música y fuegos de artificio que se quemaban en las vísperas de su procesión. Será en este período cuando la Hermandad cobre auge e importancia porque tenemos constancia de que es el momento en el que se le coloca al lienzo un marco dorado.
En la capilla, además del Cristo tuvo su residencia canónica la Hermandad de la Soledad y Santo Entierro de Cristo. Estamos ante una Hermandad fundada en la segunda mitad del siglo XVI que tenía su sede canónica en la parroquial, tal y como nos consta en 1662. Casi un siglo después la encontramos en la ermita, aunque sabemos que los pasos eran trasladados desde la ermita a la parroquia horas antes de su salida procesional el viernes Santo por la tarde. Esto ocurría porque en la parroquia, antes de celebrarse la procesión, se llevaba a cabo el descendimiento de la Santa Cruz, desde hacía pocos años. Sin embargo, el mayordomo solicitó que la cofradía hiciese estación de penitencia desde su ermita o desde la misma plaza donde se realizaría el descendimiento de Cristo antes de la procesión, tal y como ocurría en otros pueblos y en la ciudad de Carmona. A pesar de esta petición el fiscal General del Arzobispado manifestó que este tipo de representaciones que tenía por objeto bajar de la cruz a Cristo para enterrarlo estaba en contra de las disposiciones sinodales del Arzobispado, por lo que la procesión debía de salir desde la ermita y prohibió el descendimiento de la Cruz.
José Ángel Campillo de los Santos
0 comentarios