CRÓNICA DE LA II RUTA URBANA POR EL VISO DEL ALCOR
II RUTA URBANA POR EL VISO DEL ALCOR
14-noviembre-2.010
CRÓNICA DE UNA MAÑANA ENCAPOTADA
Se presentaba por delante un nuevo reto para nuestra joven Asociación: la Ruta Urbana por El Viso del Alcor en su segunda edición. Después de las interesantes I Jornadas de Historia, celebradas recientemente, volvíamos a convocar a nuestros asociados y al público en general, a pasear por nuestro pueblo para, una vez más, acercarnos al conocimiento de espacios de interés y así valorar mejor lo que tenemos. En esta ocasión la magnífica guía de José Ángel Campillo sirvió a la treintena de participantes para disfrutar de una mañana nublada de domingo pero propicia para seguir aprendiendo.
Cita en la plaza y primera estación
Sobre las 10:15 h. quedamos citados en la plaza Sacristán Guerrero, junto a la fuente, en una mañana con cielo encapotado, amenazante de lluvia, pero con muchas ganas de conocer mejor nuestro patrimonio. De allí partimos las algo más de treinta personas, buscando entrar en la Iglesia Parroquial de Sta. María del Alcor, por su puerta “de levante”.
En un principio el templo podría estar a nuestra disposición desde el punto de vista de las explicaciones que se nos iban a proporcionar, pero pronto nos dimos cuenta que algunas dificultades se nos presentarían dado que habían actividades previstas en el mismo.
No obstante José Ángel nos acercó a la historia del templo, cuyos primeros documentos conocidos son de la época de Carlos I, hacia 1.525, con unos 200 vecinos (800 habitantes aprox.) en el pueblo y posiblemente construído en torno a un antiguo eremitorio franciscano, actual capilla del Cristo del Amor, obra atribuída a Juan Bautista Vázquez “el Viejo”
Dado que el señorío de El Viso pertenecía a los Condes de Castellar, disponía de privilegios de enterramiento en el templo, por lo que los restos mortales del tercer conde pasan de la iglesia de san Martín de Sevilla a esta de Sta. María del Alcor, descansando en la cabecera del altar mayor. Se establece pues una vinculación aún más fuerte entre esta casa condal y El Viso, que posteriormente se traducirá en la erección de un palacio y un convento mercedario, ya a comienzos del siglo XVII.
Hacia el año 1.732 es reconstruido en su totalidad por las malas condiciones en que se encontraba y, según nos informa José Ángel, las obras fueron dirigidas por el arquitecto de la diócesis.
La planta del edificio se corresponde con un planteamiento mudéjar, de época tardía, con nave central más alta que las laterales (colgadizos), con magnífica armadura en madera de pino de la segunda mitad del XVIII y con importantes limitaciones para su ampliación. Dispuso de tres puertas de entrada: la del camposanto –lado norte-, la de levante –lado este y próxima al escarpe- y la de los pies –orientada al sur-
Fue el terremoto de Lisboa de noviembre de 1.755 la causa de importantes desperfectos tanto en la cúpula del presbiterio como en la torre, lo que de nuevo obligó a obras de reconstrucción del templo. Al mismo tiempo se adosan dos machones de sujeción, bien visibles en la actualidad. La torre se replanteó y su campanario se cerró con una reja, en 1.817, para evitar entrada de personas dado el escaso desnivel en la zona norte y se remató con un chapitel recubierto de cerámica azul que nos recuerda al barroco sevillano. Está coronada por una veleta que representa a san Miguel, obra de forja del s. XVII.
Con el crecimiento de la población visueña el templo se queda pequeño y hay necesidad de ampliarlo (1.787), lo que obliga a derribar la antigua sacristía para situarla en el lado norte, creándose la capilla del Carmen.
El “vestido” interior del templo fue objeto de nuestro interés con las detalladas observaciones que nos daba nuestro guía: Retablo mayor del s. XIX, de aires neomanieristas, en madera fingida, y que sustituyó a otro anterior; la imagen de la patrona, obra de Antonio Cerquera Becerra (1.939); los grandes cuadros a ambos lados del presbiterio, uno de Sta. Catalina ante su martirio y el otro de san Francisco de Asís recibiendo los estigmas; el manifestador en la hornacina central con un Lignum Crucis; la cruz parroquial, donación de Dª Beatriz de Zúñiga, de aires filipinos; la capilla de la Dolorosa, en el lado del evangelio, atribuída a la escuela de Juan de Astorga.
Cuando el convento mercedario es abandonado por los frailes y su edificio comienza a deteriorarse, su sillería es trasladada hasta los pies de la iglesia cerrrándose la puerta sur y dando cobertura y esplendor a su magnífica traza rococó; la pila bautismal nos recuerda, en sus líneas, a la pila de la iglesia de san Pedro de Carmona. Y hasta aquí nuestro recorrido por el templo.
La sacristía, final de nuestra visita al templo parroquial
La fábrica de la sacristía, nos indica José Ángel, pertenece al s. XVIII. Tenía arriba la casa del cura, hasta que tuvo casa en calle Albaicín; ésta pasó a ser casa del sacristán, aunque estrecha y algo destartalada en principio. Su techo es de madera y el suelo es de comienzos de s. XIX, donación de un presbítero visueño en agradecimiento a unos favores, D. Primitivo Tarancón; sus azulejos, de 1.907. La cajonera de caoba, a dos caras, con estructura en madera de pino y firma del autor, el fraile Vicente, carpintero y procedente del cenobio mercedario, preside la sala.
En el último tercio del s. XIX se añade un templete neogótico con una imagen de la Virgen Milagrosa, sustituída posteriormente por el actual Cristo. En la vitrina de entrada se encuentra la custodia, obra actual pero con aires barrocos y de muy buena factura.
Ya fuera del edificio nos hace comprobar nuestro guía cómo la sacristía forra la capilla del Cristo del Amor –actual sagrario- y, para dar anchura al templo, el arquitecto decide “comer” al muro parte de sus centímetros, quedando a la vista la primitiva construcción en mudéjar toledano con muro pisón a base de piedras de alcor. Al mismo tiempo observamos material de acarreo en los cantos, propio del aprovechamiento de materiales en las construcciones del momento.
Siguiendo nuestro recorrido por lo que fue el cementerio llegamos hasta lo que conocemos como la lonja para comprobar que nos encontramos en uno de los puntos más altos de la localidad, lo que nos hace suponer que en tiempos islámicos debió haber una pequeña fortificación y, tal vez, un morabito musulmán para la oración. Desde esta posición podríamos apreciar la posible morería visueña en dirección E, a la falda de este supuesto morabito, es decir, la actual calle Albaicín.
Paseo por el Vía Crucis visueño
Continuamos nuestro recorrido con José Ángel en dirección a la Cruz del Calvario, deteniéndonos, en primer lugar, en la calle Amargura, otrora calle Iglesia, donde nos indica que muchas de las casas aledañas al templo parroquial fueron propiedad eclesial y que se fueron enajenando para pasar a manos privadas. Esta calle era el inicio del Vía Crucis, donde tuvieron que estar instaladas sendas cruces de cada una de las estaciones penitenciales y, de las cuales, sólo se conservan tres: una en la fachada de la iglesia, otra en el cantillo y otra en el actual cementerio.
Con un viento cada vez más fuerte y una temperatura en baja ascendemos la calle Albaicín –que significa “calle en cuesta”- de posible origen almohade, vericueta y en la posible morería antes mencionada. Sus originales casas “bajitas” dieron paso, en su importante transformación del s. XVIII, a barrio residencial del poder agrario local; también en ella se instaló la primera casa del cura, de amplia fachada (1.780) y bien comunicada con la Iglesia parroquial.
Son diversas las casas en las que nos paramos por su interés y estética: la nº 26, la nº 28, con estructura de tejaroz y la nº 32, la del cura. Al llegar al cantillo nos indica nuestro guía la continuidad de la calle, denominada Carmona, por ser el antiguo camino hasta la ciudad alcoreña, la situación de la cruz de hierro como indicador penitencial y la calle Nueva, que baja desde el lado N y que fue un arroyo proveniente de calle Cervantes. Este corredor de agua, a partir del cantillo, se denominaría calle de las Moreras –actual c/ Calvario- por disponer de esos árboles cuyas hojas servían de base alimentaria a una discreta actividad relacionada con la seda.
La Cruz del Calvario
En la segunda mitad del s. XVIII se coloca la estructura de ladrillo que se aprecia en la actualidad; se remata con una columna de mármol y ésta con una cruz de hierro que recuerda el final del Vía Crucis. Como quiera que es en este momento histórico cuando nace la Semana Santa tal y como hoy la conocemos, se establece en nuestro pueblo hacer este recorrido penitencial por parte de las hermandades hasta esta Cruz del Calvario. Esto implicó pasos procesionales de mayor tamaño y la consecuente modificación de las puertas de los templos, entre otros aspectos.
Estas manifestaciones pasionales tienen una expresión bien diferente según las localidades: cuando en El Viso es subir hasta el Calvario, también lo es en Alcalá de Guadaíra la madrugada del viernes santo, o el Descendimiento del viernes en Mairena o el encuentro en la plaza ducal de Marchena también el viernes santo, en definitiva un recuerdo del teatro religioso del barroco andaluz.
Final de nuestra ruta y despedida
Bajamos por la calle Albaicín, con las primeras gotas de la anunciada lluvia, para detenernos en la calle Conde de Castellar, donde José Ángel nos da las últimas explicaciones acerca de la llamada plaza de Arriba –en contraposición con la plaza de Abajo- nuestro punto de cita hace un par de horas, plaza que fue más pequeña y que, hacia 1.950, fue ampliada con el derribo de algunas casas y la necesidad de encauzar las aguas de la fuente de los Sardinas hasta llegar al pilar donde nos encontramos. Este agua descenderá, también entubada, hasta los lavaderos de la Huerta Abajo, para más tarde depositarse en albercas de la huerta para riego de los cultivos.
Nos cuenta nuestro guía que también fueron polémicas estas aguas cuando los frailes las necesitaban para el riego de su huerta en serias disputas con los vecinos necesitados de ellas. Lamentamos no poder apreciar resto alguno del antiguo palacio de los Condes de Castellar, destruido en la década de los 70 y donde hoy se asienta el Ayuntamiento.
Metidos ya en agua y con la satisfacción de haber aprovechado una mañana otoñal encapotada, damos las gracias a José Ángel Campillo por su preparación y su generosidad en la interesante exposición que nos realizó.
El Viso del Alcor, 16 de noviembre de 2.010
JOSÉ LUIS YUSTE MORALES
0 comentarios