INFORME EXPLORACIÓN INICIAL SANTA LUCÍA
INFORME EXPLORACIÓN INICIAL A SANTA LUCÍA
· Participantes: Marco Antonio Campillo de los Santos, Blas Jiménez Sánchez y Pedro Alcántara Rodríguez.
· Fecha: 31 de agosto de 2008
La excursión comenzó a las nueve de la mañana. Los participantes en la misma nos dirigimos a pie desde el Bar Tere, en la Avenida de la Paz, hacia la zona de Santa Lucía. Subimos por el camino de “la raya del término”, dejando a nuestra izquierda la Tablada. Nos paramos un momento a contemplarla y relacionamos de modo rápido dicha antiquísima ciudad protohistórica con el lugar mágico-religioso que debió ser la zona de Santa Lucía desde épocas remotas.
Acto seguido, reanudamos de nuevo la marcha y nos detuvimos a observar el emplazamiento original de la Piedra del Gallo en el Alcor. Esta gran piedra tendría posiblemente una gran significación mágico-religiosa para los antiguos habitantes de la Tablá. El arqueólogo Cañal sostenía a finales del siglo XIX que la citada piedra era un menhir, “hipótesis a la que da fuerza el hecho de haberse recogido a su alrededor objetos de sílex”. Muchos siglos más tarde, ya en época moderna, la colosal piedra, conocida entonces como Peña del Águila sirvió como mojón natural que debilitaba los términos de Mairena y El Viso. Peláez del Espino relaciona esta piedra con antiguos cultos célticos al dios Lug, por la que también la denomina “piedra sagrada de Lug”.
Posteriormente, una vez que nos pusimos nuevamente en marcha, vimos a ambos lados del camino gran acumulación de piedras y restos de cal. Tras observarlas y fotografiarlas, lanzamos la hipótesis que podrían ser los restos de la necrópolis tartésica de Santa Lucía. Fernando Amores indica que los túmulos de Santa Lucía estaban situados “en la loma siguiente a la Tablada, entre El Viso del Alcor y Mairena del Alcor”, lo cual coincide con dicho lugar. Además, como dato anecdótico ese lugar está orientado al oeste, donde se pone el sol, coincidiendo con la orientación de la necrópolis de la Motilla. Según Cañal se excavaron 5 túmulos, quedando 10 ó 12 por excavar. Bonsor anota la existencia de 14 túmulos con alturas variables entre 1,50 y 6 metros. Lógicamente, Bonsor excavó algunos de los túmulos, con la colaboración del Sr. Méndez, propietario del terreno. El arqueólogo halló en un túmulo de 2,35 m. de altura un ajuar de una tumba de incineración compuesto de un pequeño bote de marfil, cuatro peines y tres placas de marfil decoradas con frisos de animales, palmeras y flores de loto; dos conchas grabadas y un huevo de avestruz con los bordes dentados y decorados con líneas rectas y zig-zag, grabadas y pintadas en rojo. Cañal, sin embargo, describe una sepultura compuesta por una fosa excavada en la roca con forma rectangular y el túmulo encima. En esta ocasión, al lado del esqueleto sólo había unas hachas toscamente labradas y muchos huesos de otros animales. Por tanto, se trata de una antigua necrópolis tumular, por desgracia los túmulos hace tiempo que desaparecieron, donde coexistían ritos funerarios arcaicos de inhumación con otros más evolucionados de incineración, de influencia orientalizante, con una datación aproximada del siglo VII a. C. Fernando Amores relaciona directamente esta necrópolis con la Tablá: “Su posición junto al Alcor, ocupando toda la loma hace que relacionemos esta necrópolis con el hábitat inmediato de la Mesa de la Tablada, al cual sin duda pertenece”.
Poco después, iniciamos la bajada por el más accesible a las ruinas de la ermita de Santa Lucía, pero antes nos detuvimos en una hondanada en el Alcor. En ella había acumulación de piedras en hilera, de forma similar a la Tablá, y encontramos piedras rojizas, transformadas cromáticamente por algún tipo de cocción, por lo que lanzamos la hipótesis que pudo tratarse de un antiguo horno de cerámica.
Finalmente, tras descender por un terreno seco y pedregoso llegamos a las ruinas de la ermita de Santa Lucía, a la cual Peláez del Espino relaciona con los antiguos cultos célticos a la diosa Lusina. En ella destaca un grueso pilar o torre de tapial, con la parte superior de ladrillo. También destaca un espacio cuadrangular, que pudo se un aljibe, ya que él salen unos conductos de agua. Los seguimos y nos condujo hacia el interior de las ruinas de la ermita. Observamos, del mismo modo, los restos derruidos de los grandes muros de opus caementum del recinto, lo que nos condujo a pensar en la gran importancia de ese lugar ocupado por romanos, visigodos, musulmanes y cristianos.
Más tarde, nos dirigimos hacia el olivar contiguo, donde encontramos numerosos restos de ladrillo y tejas, así como pequeños restos de cerámica vidriada de tipología musulmana. Allí se situaría posiblemente una antigua villa romana y un poblado musulmán de explotación agropecuaria.
Posteriormente, buscamos los restos del “acueducto” que conducía agua a la ermita. Encontramos varios restos, destacando especialmente “una gran tubería primitiva de mortero”. Siguiendo la pista de estos conductos de agua encontramos la fuente del manantial donde brotaría el vital líquido; actualmente está seca, pero se observan regueros de agua y de vegetación a su alrededor.
Para dar por concluida la excursión decidimos buscar las cuevas de Santa Lucía, situadas en el Alcor. Candau y Pizarro habla de la existencia de cinco de ellas, pero sólo se conservan, en pésimo estado, dos de ellas. Son cuevas pequeñas que servirían de abrigo a los hombres prehistóricos en un lugar con agua y caza abundante.
En el camino de vuelta, junto a una gran higuera, encontramos los restos de otro posible horno.
La excursión finalizó a las 11 y cuarto de la mañana.
MARCO ANTONIO CAMPILLO DE LOS SANTOS
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